miércoles, 30 de julio de 2008

Jorge Calabró: Cincuenta años detrás del séptimo arte


Por Clarisa Garro




Como si fuera algo innato y no algo que se aprende con los años, el rol del proyectorista de cine más conocido de la comarca cobra vida a través de una historia digna de ser reconocida. Un oficio al cual pocos aficionados rescatan a pesar del paso de los años.



A modo de herencia, de mayor a menor, Jorge Calabró, siendo un niño de 12 años, inició su camino en la pantalla grande.
Ni actor, ni director, pero con ansias y curiosidad, el pequeño recibía a su corta edad un poder inigualable: el dominio de tener en sus manos el séptimo arte.

¿Pero cómo?. No formaba parte del detrás de escena, pero cumplía un rol igual de importante. Un rol que poco se conoce y reconoce: el de proyectorista de cine.

Un modesto local de ferretería, la radio prendida, la gatita Chuchi sobre el mostrador y el mate recién hecho. Así esperaba Jorge Calabró a Huilliches para contarnos un poco sobre su pasión, sobre porqué luego de cincuenta años cada día de la semana a las nueve y media emprende su camino al cine Garibaldi para dar comienzo a una nueva función.

No fue el primero, pero si uno de los proyectoristas que más amor posee por su labor. Sin preguntar mucho, suelto y con una gran sonrisa en su rostro comentó sus inicios: "Los que primero aprendieron fueron los Goyeneche, luego mi hermano quién me enseño a mí. Tendría doce años, en el cincuenta y ocho cuando empecé; después tuve que dejar por el servicio militar, y volví en el noventa y cinco."

El tiempo transcurrido sin proyectar películas abrían una grieta en el oficio; la tecnología había avanzado a pasos agigantados y las apariciones de la televisión y el video, cerraron las puertas del cine durante mucho tiempo.

En referencia a las funciones proyectadas surgió la pregunta del millón sobre cual había sido la película de la que más se acordaba: "Me acuerdo que en una de las funciones con las que más trabajé fue con "Titanic", en el año noventa y ocho. Dimos cerca de veinticuatro vueltas de aquella película, casi tres semanas de exhibición."

Entre mate y mate, Jorge volvía en el tiempo y con un gran orgullo expresó como surgió la oportunidad de trabajar como proyectorista: "El que empezó con todo fue mi hermano, era muy amigo de los Goyeneche, y le dijeron 'vení Calabró que te enseñamos'; aprendió, y después, como trabajaba en el cine de Viedma que era de la misma empresa le dijeron 'por que no le enseñas a tu hermano, así vos te vas a trabajar en Viedma y él en Patagones'."

Por su corta edad, Jorge daba funciones de todas las películas menos de un género en especial: "Cuando se daban las prohibidas, mi padre no me dejaba ir, no me dejaba proyectarlas; entonces trabajaba como acomodador, proyectaba mi hermano y yo entraba gratis".

Cuando se inició en el servicio militar, y durante su estancia y posterior salida, su pasión pasaba por un mal momento; el cine había perdido su auge y debió cerrar hasta fines de los años setenta: "Trabaja una semana bien y una semana mal; a la gente no le gustaba el cine, no estaba acostumbrada como nosotros porque yo quiero al cine con locura."

Con todo lo dicho hasta el momento, desde Huilliches hicimos una pregunta inevitable poniendo énfasis en la diferencia entre el cine y la televisión: "La gente está acostumbrada a ver películas en casa, no tiene afición al cine, no le gusta; de toda la población de la comarca sólo un dos por ciento va al cine. La diferencia es gigante”, respondió, entre risas, haciendo alusión a la grandeza de la pantalla.

Asimismo Calabró luego de un silencio lleno de recuerdos, contó que es lo que siente estando detrás del proyector: "Las máquinas que hay en el Garibaldi, son las que estrené yo en el año sesenta y cuatro en el cine España; estoy acostumbrado, me paso dos horas sin fumar y relajado, es un despeje. Como dice el refrán, sarna con gusto no pica."

Volviendo al tema de la afición al séptimo arte y la baja respuesta del público ante el mismo nos comentó como llegan las películas al cine, y en que grado influye que la gente no concurra a los estrenos o posteriores exhibiciones: "Ahora estamos luchando con la piratería, que es el mayor factor por el cual baja la audiencia. Si la gente no va al cine, la película, cualquiera que fuese, deja de ser taquillera. Hay veces que arrancamos la función con siete personas y no entran más que esas siete y eso nos resta en las distribuidoras, porque como no se genera plata, las películas que nos dan, no son estrenos ni taquilleras; sin plata, no hay buen cine."

La nostalgia en los ojos de Jorge daban cuenta de su preocupación por la situación que pasa la pantalla grande en la actualidad y con el afán de recobrar esa sonrisa, desde Huilliches le hicimos una última pregunta cuya respuesta resume toda su vida.

Quisimos saber sobre lo que significa su oficio para él, y fue claro: "No es para cualquiera; es un trabajo singular que requiere de responsabilidad y ganas de estar a pesar de todo."

El mate ya se había lavado, la tarde había llegado a su fin, entre agradecimientos y despidos, dejamos a Jorge en el local esperando que llegara la hora de volver a proyectar.

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