miércoles, 30 de julio de 2008

El arte de la calle: Haciendo malabares para vivir

Foto: Luciano Cutrera


Por Marcos Saldaña




Filas de autos. Algunos señores serios; otros no tanto. Alguna que otra sonrisa junto a indisimulados gestos de desprecio.
Esto es un poco de todo lo que vive y percibe un artista callejero, por lo menos en la comarca donde alguien fuera del "status quo" puede ser victima de innumerables prejuicios.

Artistas callejeros como músicos, humoristas, teatro, murgas, payasos, malabaristas, magos, entre tantos otros, son una parte muy significante de nuestra cultura.

Donde hay un artista callejero hay un atractivo muy particular, una persona capaz de sembrar alegría y de provocar una catarata de emociones indescriptibles.




"Hay un malabarista en el semáforo"

Esta es, generalmente, la primera frase de muchos automovilistas ante la presencia de un artista en el aparato de colores. Muchas veces despectivamente, tal vez por el apuro. Otras como comentario y otras con júbilo.

Viéndolo desde afuera ser artista callejero, en este caso malabarista de semáforo, no parece ser tan fácil. Está latente el peligro. Cuando del rojo pasa al verde, hay que estar muy atento.

Para saber cómo es estar debajo del semáforo, frente a los autos, haciendo malabares para robarle una sonrisa a la persona que viene en el auto y ganarse una moneda o pasar un buen rato, Huilliches fue al semáforo.



"Un lugar de encuentro con la gente"

Mientras preparaba mi anotador, lápiz y el grabador Cristian, malabarista de 20 años, hacía su trabajo con una indescriptible personalidad capaz de contagiar al resto y provocar sentimientos de toda índole.

Cuando el semáforo marcó el verde, comenzamos a charlar. Un traje casero, hecho con telas de colores que expresaban la alegría del artista. En un costado sus instrumentos de trabajo y una latita donde dejaba las monedas con las cuales le retribuían su acto de pocos minutos.

En los intervalos nos contó de su vida: "Arranqué con el malabarismo hace 7 años y para mi esto siempre fue un lugar de encuentro con la gente. Pero también como una entrada económica". Esto fue lo primero que dijo cuando le preguntamos porqué hace lo que hace.

El joven artista finalizó sus estudios secundarios hace un año atrás pero aseguró que "ahora quiero dedicarme de lleno a esto".

Respecto a la difícil tarea de pararse frente a los autos y ofrecer el show de malabares y exponerse a las reacciones de la gente Cristian dijo que "la mayoría se enoja. Hay muchos a los que les molesta por que interrumpimos el tránsito pero hay que tener cara positiva, porque donde uno se para porque le gustó, tenés veinte atrás tocando bocina".

"Hay días que andan todos bien, pero otros no tanto, depende del contexto, de lo que ocurra alrededor", comentó.
Sin lugar a dudas, el arte callejero esta presente. Como un arte más y sobre todo, y para muchos, como un trabajo más.



"Un rojo cada uno"

La charla continuaba mientras los autos esperaban en fila frente a nosotros, esperando el verde.

Cuando le pregunté sobre si se disputaban el semáforo con otros malabaristas, Cristian supo responder: "No. Ahora nos turnamos. Hacemos un rojo cada uno". Una frase que marca el compañerismo y una suerte de organización básica en la cultura del arte callejero.

"Yo hace tres años que hago semáforos, y al principio era como que sí nos peleábamos por los rojos, pero logramos consensuar y hacer uno cada uno", nos explicó.

La organización, el compañerismo, la amabilidad y tantas otras características que son únicas de los artistas de la calle.

"Libertad y alegría", fueron las palabras que eligió Cristian para definir el arte de hacer malabares, de estar allí tantas horas robando algunas sonrisas y también, porqué no, ganándose la vida.

Al parecer nunca faltan las frases despectivas como "anda a laburar" o "¿vos pensas dedicarte a esto toda tu vida?". Los prejuicios resumen la verborrea de personas que mucho no entienden de este arte.

"Muchas veces me gritan cosas, insultos, pero no le doy importancia, porque este es mi trabajo y me gusta hacerlo. Así como respeto a muchos trabajadores, sería bueno que el resto respete lo que hacemos nosotros".

Con esta frase el joven malabarista finalizó la charla, dejando en claro que el arte callejero es una forma más de ganarse la vida.
Con libertad y alegría.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buena nota
saludos
pasate por arte callejero sin fronteras.
saludos.