miércoles, 2 de abril de 2008

Don Santiago Por Lorena Suarez


Si bien en la extensa historia de Carmen de Patagones hay muchas personalidades que merecen ser reconocidas, otras sólo quedan en el recuerdo de los conocidos más cercanos y con el correr de los años esas historias de vida, algunas de ellas verdaderos ejemplos a seguir, quedan enterradas en el olvido.


La historia de Don Luis Antonio Santiago Vázquez es una de ellas.
Enfermero de profesión Don Santiago, como cariñosamente lo llamaban los maragatos, eligió a Patagones para vivir, ayudar a los humildes, formar su familia y dedicar el resto de su vida al servicio de la salud de todas las personas que lo requerían más allá del estatus social. Quizá por eso el día de su sepelio, en una de las ceremonias más concurridas de Carmen de Patagones en esa época, se pudieron ver costosísimos arreglos florales y simples ramos de flores artesanales simbolizando la presencia de las diferentes capas sociales que fueron a despedir a la eminencia del servicio al prójimo.
Don Santiago nació en 1882 en Puebla de Caraniñal, en la provincia española de La Coruña y tras culminar sus estudios primarios ingresó a la Facultad de Medicina en la Universidad de Santiago de Compostela, donde en 1908 se recibió de Practicante.
Dos años más tarde, en busca de nuevos horizontes, arribó a la Argentina donde se desempeñó como trabajador de la Salud en la ciudad de Bahía Blanca e Ingeniero White, tras lo cual se radicó en Carmen de Patagones donde trabajó incansablemente por la salud de los humildes durante 32 años ininterrumpidos en los cuales no tenía horarios ni lugar si de atender a enfermos se trataba.
Dedicó su vida a ayudar a los demás, atendiendo con el mismo ahínco a pobres y ricos. Las personas más humildes acudían a Don Santiago en busca de ayuda y éste sin importar la hora ni el lugar visitaba a los convalecientes en su lecho, llevando tranquilidad a ellos y a su familia con su sola presencia.
En un momento histórico donde las políticas de Salud eran muy pobres y el entonces hospital municipal "Ana Bernal de Justo" (en el edificio donde hoy funciona la Universidad del Sur), se mantenía gracias a los colaboradores y los administradores que realizaban un gran esfuerzo por llevar salud a toda la sociedad, la atención a los convalecientes era posible gracias al sacrificio de los trabajadores como el enfermero Vázquez.
Don Santiago vivía a escasos metros del nosocomio junto a su mujer Juanita y a sus dos hijos Cheche e Irán, por lo que tenía una constante presencia y a pesar de que su trabajo sólo se limitaba al nosocomio, él estaba siempre que se lo requería como un médico de guardia, figura que en esa época no existía.
Quienes lo conocieron lo recuerdan como un hombre menudo y se caracterizaba por estar siempre en su guardapolvo blanco y el gorro de enfermero. Era un trabajador inagotable, con una personalidad fuerte y una incansable vocación al servicio social que le valió el respeto de las autoridades y el cariño de la gente que confiaba en él más en los propios médicos.
El diario maragato "La Nueva Era" publicó el 6 de mayo de 1955, a ocho días de su muerte, una sentida nota en la que se puede leer "...Don Santiago estaba ajeno a los vaivenes de la política. Jefes de la Comuna, directores y administradores del hospital lo respetaban porque su persona parecía tener un significado que nadie le discutía: por la experiencia adquirida en la profesión y por su atención para lo humildes, Don Santiago era el hospital mismo".
En los archivos orales de Emma Nozzi, todos los testimonios recogidos manifiestan que el enfermero no era religioso y que pertenecía a la masonería maragata (ver nota de masonería en Patagones), y quizá ese sea uno de los motivos por los cuales no es reconocido a través de los años, porque en general todas las personalidades reconocidas, no sólo en Patagones sino en el resto de la Argentina, tienen un paso por la Iglesia Católica. A pesar de no pertenecer a la religión Don Santiago fue un gran filántropo y brindó toda su sabiduría medicinal a los más desprotegidos solo con el fin de llegar, al menos desde su lugar, a la igualdad entre las personas.

1 comentario:

RODOLFO ERNESTO FIDEL dijo...

muy buenaaaaa nota, la verdad dedconocía la existencia de este enfermero y menos que era mason. FELICITACIONES SEGUI CON LA PLUMA AFILADA.

ERNESTO G.