miércoles, 2 de abril de 2008

Cicatrices que no cierran Por Darío Chicaval

Mural ubicado en el Ministerio de Salud de Viedma.


Las esquirlas derramadas por el genocidio y la impunidad de la última dictadura militar se insertarán nuevamente en la memoria de los argentinos por otro año más. Seguramente nunca más saldrán y con el correr de los años las heridas serán más profundas; Solamente se curarán o se aliviarán con justicia.

Argentina es el único país donde se esta juzgando el terrorismo de estado: Etchecolatz, Von Ferni y Astíz son algunos de esos ejemplos.
Ese aterramiento que estas personas junto a Videla y compañía quisieron imponer en el país, hizo del suelo argentino un cementerio de voces.
Con la implementación de la Doctrina de Seguridad Nacional cualquier ciudadano era el enemigo y de esta manera se lo podía eliminar utilizando cualquier método de violencia.
Según los mismos militares la “subversión” ya estaba eliminada en 1975. Entonces, los 30.000 desaparecidos y la cantidad de bebés robados… ¿a qué parte de la sociedad pertenecían?. Está claro que no eran parte de ningún grupo subversivo, simplemente fueron hechos de tiranía y barbarie.



Viedma y los años de plomo



Río Negro no tuvo la magnitud de violencia que otras provincias como Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, entre otras, lo cual no indica que no la hubo.
En 1975 luego de la muerte de Perón, en Viedma se colocaron bombas en el Ministerio de Economía, en la Radio LU 15, en el puente Ferrocarretero y en la casa del Ministro Frias. Después de un tiempo se supo que fueron ideadas por la extrema derecha peronista.
Con el comienzo de la dictadura militar, en Río Negro se empezó a detener gente selectivamente con el misántropo objetivo de causar horror en los ciudadanos.
Oscar Meilán, profesor de Historia e integrante del Programa Anti – Impunidad situado en la capital rionegrina, fue y es una de las víctimas de esa represión.
Capturado junto a su esposa por efectivos de la Policía Federal, en concordancia con la policía provincial, fueron paseados en patrullero por el aeropuerto capitalino, por el camino a La Boca y por el Cerro de la Caballada. También sufrieron simulacro de fusilamiento, entre otros castigos y torturas físicas y psíquicas.
Meilán recuerda con una profunda tristeza y angustia que en la noche de su secuestro sus dos pequeños hijos quedaron tirados en la calle y por suerte los vecinos y sus parientes lo rescataron y supieron cuidar de ellos hasta que él y su esposa fueron liberados. Él perteneció a la Juventud Peronista junto a su hermano, el cual aún permanece desaparecido. Cuenta Meilán que cierta vez en la que tuvo que dar clases de historia en la Universidad Nacional del Comahue, entre sus alumnos estaba el secuestrador de Edgardo “Bachi” Chironi, su amigo: “Siempre lo trate como uno más. Nunca quise hacer justicia por mano propia. Sólo quiero justicia, nada más”, expresó convencido Meilán.
El caso de Edgardo Chironi fue diferente al suyo. Chironi había decidido seguir los consejos de allegados y entregarse a la justicia para que esta investigue. Pero todo cambió radicalmente cuando fue secuestrado y trasladado a Bahía Blanca. Allí Chironi sufrió la constante de la tortura y sufrió 3 paro cardíacos. Fue literalmente rescatado por el obispo Esteban Hesayne quién se paró en la puerta del cuartel y relamó que hasta que no lo devolviesen con vida no se iba a mover de ese lugar.
Estos casos son tal vez los de más conocimiento público, lo que no implica que haya otros casos escondidos, o con miedo de saberse por sus protagonistas.
Oscar Meilán y Edgardo “Bachi” Chironi, hoy en día están trabajando juntos en el Programa Anti – Impunidad de Viedma, y no sólo comparten esa labor sino que también luchan por los derechos de los personas que sufren violencia física, psíquica y civil. Ellos, con el tiempo y la lucha se han encarnado en una sola persona, unidos por la misma fortaleza espiritual de poder matar todos esos malditos fantasmas del pasado y saber que hoy la justicia le esta dando algunas caricias a su pasado, aquel en donde su dignidad humana estuvo contra el paredón.



Haciendo memoria en el país del olvido

El tiempo pasa y las sensaciones que provoca cada aniversario de la dictadura militar de 1976 aún siguen flotando en las mentes de la sociedad.
La forma de ver y de interpretar las cosas hace que cada persona forme su propia opinión sobre los sucesos ocurridos. Y es así que cuando para una gran parte del país la dictadura fue un genocidio, para otros fue una guerra contra la subversión, una guerra ganada.
¿Hay vencedores y vencidos?. ¿Hay víctimas y victimarios?. Sin lugar a dudas que los hay: los vencidos y las víctimas son la dignidad humana y la libertad, y los vencedores y victimarios fueron la impunidad y la complicidad.
Hoy, a 32 años, las cicatrices continúan en la piel de este país que aún no puede concientizar el dolor y la nostalgia ajena.
Los gobernantes de turno manosearon y manosean tanto esta fecha, que a esta altura no se sabe con exactitud para que se implementó el feriado del 24 de marzo.
¿Para tener fin de semana largo tal vez? ¿Para acordarnos de qué?... ¿Hace falta un feriado para recordar la impunidad y la misantropía de aquellos hombres vestidos de verde? Estos hechos no están sólo en la memoria, sino también en los corazones.
¿Por qué este país se empecina tanto en homenajear a los muertos y no a los vivos, a las derrotas y no a las victorias? ¿Para cuándo el feriado por la vuelta de la democracia?...
La demagogia no es lo mismo que el sentido común, y el sentido común no es lo mismo que el respeto.
Aún quedan personas por encontrar, jóvenes que buscan su verdadera identidad y un país que busca algo de justicia social.
Jorge Julio López desapareció en democracia y la recompensa por encontrarlo es, para el Gobierno, la suma de $ 1.000.000… ¿Cuánto es la recompensa por devolverle la felicidad a los sobrevivientes de Malvinas?. ¿Cuánto cotizan los zapatos de las madres y abuelas de Plaza de Mayo?. ¿Cuánto cuesta la memoria de cada argentino?
Ya nada va a volver a ser lo mismo en este país.
La dignidad humana y el suelo argentino no tienen precio, y mucho menor la sangre derramada.

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