Testigos mudos de una Gesta histórica
Banderas brasileras: trofeos defendidos por distintas generaciones
En reiteradas oportunidades el pueblo de Patagones se levantó en puebladas para defender aquellos elementos que les marcan la historia y la identidad. Estas banderas fueron defendidas, por representar una gesta de los propios ancestros, incluso ante altas autoridades militares que la reclamaban.
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Las dos banderas del Imperio de Brasil que se encuentran en la parroquia Nuestra Señora del Carmen son los máximos trofeos que Patagones guarda de la heroica Gesta del 7 de Marzo. Son dos de los siete estandartes de los cuales se apoderaron los héroes maragatos tras ganar la guerra que tuvo lugar en marzo de 1827 por la intención imperial de invadir estas tierras.
Sin embargo, estos estandartes, que forman parte de la historia de patagones, se conservan en la localidad gracias a las reiteradas puebladas que se sucedieron desde 1877 hasta 1987, ya que no sólo los gobiernos brasileros sino además el Estado Nacional intentó en reiteradas oportunidades hacerse de el más preciado trofeo patagonés.
Durante cincuenta años los estandartes permanecieron en Carmen de Patagones sin controversias, pero cincuenta años después, en 1877, la Inspección de Armas de Buenos Aires envió una orden al entonces comandante militar de Patagones, Liborio Bernal, sobre la inminente transferencia de los estandartes a las arcas nacionales, aunque este pedido no fue respondido por Bernal.
El tema fue retomado en 1896, cuando el ministerio de Gobierno de la Provincia envió una nota tratada en el Concejo Deliberante donde solicitaban que las banderas fueran enviadas al Museo Histórico Nacional, comenzando un conflicto por los estandartes que se extendió hasta 1904.
En cuanto a los argumentos del pedido, las autoridades aducían que el Museo Histórico Nacional era el único establecimiento destinado al depósito y conservación de todos los trofeos nacionales de guerra conquistados por las armas argentinas.
A pesar de los costos políticos, la municipalidad nunca cedió a este pedido, hasta que en 1904 el intendente Barbieri ordenó al cura párroco Mateo Valinotti la entrega de los estandartes.
El cura se negó rotundamente al pedido, argumentando que “el cura párroco es depositario y custodio de trofeos que constituyen el tesoro más preciado del pueblo de Patagones, considerando que los nativos y especialmente los descendientes de los héroes, no quieren privarse de las preciosas reliquias de sus mayores”.
En tanto la población había tomado especiales recaudos, ya que un grupo de vecinos se había complotado para apropiarse de manera oculta de las banderas en caso de que se hiciera efectivo el traslado de las mismas.
En adelante, se presentaron varios proyectos al Congreso de la Nación, tendientes a la restitución de las banderas, como la del senador Carlés en 1902 y 1908, de Alfredo Palacios en 1973 y 1975, con las firmas de Alvear, Juan B Justo, Carlés y De La Torre , entre otros.
En una de las propuestas se ofrecía el asfalto de toda la localidad, pero la negativa de los vecinos fue rotunda.
El último y fallido intento de volver los estandartes imperiales a su país de origend se produjo en el año 1987, en pleno proyecto del ex presidente Raúl Alfonsín de traer la capital a Viedma, en momentos en que además estaba en muy buenas relaciones con su par brasilero, José Sarney.
En esa oportunidad el primer mandatario argentino, con la devolución de las banderas, buscaba intensificar las relaciones con el país vecino. Ya se había firmado por decreto la devolución de las banderas Paraguayas, por lo que los vecinos, una vez más, se levantaron decididos a defender los trofeos bélicos a como de lugar. Sin embargo durante la visita de Alfonsín no se hizo ninguna mención a las banderas.
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Según consta en los Apuntes históricos del Río Negro, de J.J. Biedma, siete fueron las banderas tomadas al invasor que los guerreros maragatos, siguiendo con la costumbre prusiana, desgajaron en tiras y ataron a las colas de los caballos para el ingreso triunfal a las calles de la aldea, en las últimas horas del mismo 7 de marzo de 1827.
Los siete estandartes fueron colocados en el altar de la capilla del Fuerte a ambos lados de la Virgen del Carmen, a quien los héroes de la gloriosa gesta reconocieron como aliada de las armas de la patria y protectora de sus familias.
En 1836 la capilla ya resultaba demasiado estrecha para el culto, y por ello se trasladó a una casa del vecino Bernardo Bartruille en el solar que hoy ocupa el Museo, frente al muelle.
Dos años más tarde la capilla se instaló en el recinto que Bartruille había fundado especialmente en otro solar de su propiedad sobre la actual calle Mitre. En la década del 1860 la capilla fue devastada por un incendio en el que al parecer se perdieron cinco de los siete estandartes.
Desde 1827, las banderas imperiales sólo habían merecido algunas elementales labores de zurcido. Pero en 1960, Emma Nozzi, directora del museo, secundada por el cura Enrique Monteverde y una comisión de vecinos, iniciaron las gestiones de restauración a fondo de los estandartes. Un reconocido restaurador junto a colaboradores locales realizó la ardua tarea durante el lapso de un mes.
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