Nunca me quedó claro quién o qué era, si humano, animal o una cosa, lo que sí se, que tomaba vida de noche con la oscuridad porque a esa hora existía él.
¿Dónde estaría durante el día? Cuando el sol brillaba iluminando todo el paisaje del campo. La verdad es que por inventar juegos son piedras, ramas, huesos, latas, barro y todo lo que encontrara que me fuese útil para mis juegos (además de salir a explorar por las bardas), nunca, nunca se me ocurrió buscarlo o llamarlo (porque de día el miedo se va).
Una vez cuando estaba jugando afuera en el campo y el sol se había ocultado, apareció la oscuridad, el miedo y en mi pensamiento Don Pucherete. Ese día a mí se me ocurrió una gran idea… ser fuerte, enfrentarlo y decirle: “Don Pucherete, usted no debe asustarme”. Comencé a buscarlo con la mirada a mí alrededor, descubrí que el paisaje era distinto con la oscuridad. Los montes tenían formas extrañas, ya no eran las matas negras, las enormes zampas, los chañares con nidos de pájaros. En ese momento se habían convertido en seres raros, tenían brazos, se movían, bailaban algunos, otros caminaban y también oí ruidos que nunca antes había oído.
Esta situación me hizo pensar que la idea de dialogar con Don Pucherete no había sido brillante, ni fabulosa. El miedo se apoderó de mis piernas que comenzaban a temblar solitas, cerré los ojos, porque me imaginaba que se acercaban a mí todos esos seres raros, cada vez los apretaba más fuerte para que no se atrevieran a abrirse, no quería verlos. Pero todo fue inútil, presentía que ellos estaban cerquita, muy cerquita y que me iban a atrapar con sus brazos… cuando de pronto desde mi garganta salió con mucha fuerza la palabra ¡¡¡PAPÁÁÁÁ!!!!!!!... los perros dormilones salieron volando, al igual que mi papá que vino volando a socorrerme (yo estaba detrás de mi casa), él muy asustado me preguntó: - ¿qué te pasó hija?... Cómo le explicaba que había querido hablar con Don Pucherete y que los montes (que ya no eran montes sino monstruos) me daban muchísimo miedo; porque era chica… pero mi orgullo… Grande.
Una hija (su hija) no podía decirle que tenía miedo a su papá fuerte (mi papá), eso nunca. Ante su insistencia de querer saber qué me había pasado, le conté una historia pequeña (no era una mentira, yo nunca mentí), siempre conté historias ciertas invertidas por mí. Él me abrazó y los montes volvieron a ser montes pintados de oscuridad por la noche y el miedo había desaparecido, pero la idea de conocer a Don Pucherete NO… Esa nunca se fue.
Ahora que soy GRANDE, me gustaría saber si alguna niña o niño conoce a Don Pucherete.
Creo que él no era malo, porque mis padres me decían:
- no corras en la oscuridad que te podés caer…
- tomá toda la sopa…
- andá a dormir que ya es tarde
- no pelees con tus hermanos…(la verdad es que ellos me peleaban a mí)
- Lavá los platos…
…Y todas las oraciones terminaban igual:”si no haces caso VA A VENIR DON PUCHERETE, pero no me decían que me iba a hacer.
A lo mejor si me caía… él me levantaba, tomaba la sopa y lavaba los platos por mí o me defendía de mis hermanos…
Yo creo, y les puedo asegurar, que de conocerlo nos hubiésemos hecho grandes amigos y los dos habríamos vencido el miedo de la infancia.
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