Dicen que es una bebida que enamora haciéndoles perder el sentido a los hombres y sobre ella reposan varias historias de encanto, amor y reconciliación. Aún hoy sigue siendo para la sociedad histórica maragata la bebida del romance.
Por las calles de Patagones aún circula una leyenda alimentada desde los días de la fundación del Fuerte: el guindado con gancho. Carmen de Patagones fue fuerte, puerto y centro comercial activo, y vio llegar a sus playas a numerosos hombres. Soldados, marinos y hombres de negocios recalaban en Patagones y tomaban contacto con la sociedad maragata, la cual, luego de analizarles el origen, los agasajaba con cenas y tertulias que eran excelentes oportunidades para contactarlos con las jóvenes casaderas.
En aquellos tiempos Patagones era el último lugar del mundo, a un paso del desierto y con infinidad de peligros como los inminentes malones.
Esto, sumado a la falta de mujeres, no hacía de Patagones precisamente un lugar en el que los hombres quisieran anclar sus vidas y elegirlo como destino final.
Por eso es que las mujeres descubrieron un nuevo artilugio: el guindado con gancho.
"Dicen que es una bebida que enamora haciéndoles perder el sentido a los hombres, afincándolos en el pueblo, terminando con su afán de navegar distancias. Dicen que es una herencia africana, tan vieja como el mundo". Así describía Guillermo Raynal al guindado con gancho.
Aún hoy se puede hablar con viejas maragatas que con sonrisas pícaras y silencios que lo dicen todo mencionan la leyenda que, como veremos más adelante, no parece tal.
Existía en aquellos tiempos una gran contradicción que consistía en el deseo de los hombres de quedarse y el deseo de las mujeres por irse.
Entonces las mujeres maragatas, luego de elegir a su hombre, le convidaban un guindado preparado por sus propias manos que previamente había pasado por las manos y el conjuro de alguna negra maragata que, sabia y reservada, aseguraba la permanencia del hombre elegido.
Doña Feliciana Torres y el guindado
El 28 de abril de 1855 llegó al puerto de El Carmen la goleta "Exploradora", proveniente de las colonias del Chubut y a bordo se destacaba la imagen de una hermosísima mujer de unos treinta años, Doña Feliciana Torres.
Volvía al fuerte para obtener el perdón de su esposo, Don Santos Avila, al cual había abandonado unos meses antes para irse en compañía de unos reseros.
Esta buena mujer no gozaba de buena reputación y se la tildaba de pervertida, poco amiga del hogar y siempre dispuesta a la juerga.
Como detalle hay que decir que no era la primera vez que se fugaba del poder de su esposo. La llegada de la mujer produjo un revuelo comunal y las autoridades se abocaron a intentar solucionarlo.
Esa misma tarde se reunieron y estuvieron de acuerdo en considerar que "la presencia de tal mujer iba a escandalizar a la sociedad de Patagones, como era natural en un pueblo pequeño, que convenía proceder a su arresto y levantarle una información sumaria para que fuese trasladada a Buenos Aires, junto con sus cómplices, en el primer buque, a disposición del Juez del Crimen". (1)
Lo resuelto se ejecutó de inmediato y Doña Feliciana desde la goleta donde esperaba el perdón de su marido pasó sin escalas a un calabozo del fuerte.
Parece que Don Santos no quería saber nada y se alegró con esta noticia. Pero luego de mucho deliberar, el juez decidió que Doña Feliciana Torres quedara en libertad. Se le buscaría una casa de familia lejos de Patagones para que se corrija y no escandalice.
Al oír esto Don Santos Avila no se mostró muy satisfecho y le confesó al juez: "Yo creía que podía vivir conmigo, no me abandonará más, estoy seguro. La mujer del negro
Parece que el guindado surtió efecto porque, según dicen las crónicas, Doña Feliciana no abandonó nunca más a su esposo y vivieron unidos por el amor largos y felices años.
A modo de final
La mejor manera de terminar este relato es con unas líneas que pertenecen a Guillermo Raynal: "Las negras sonríen con miradas cómplices, en tanto el guindado exquisito aún hoy sigue ganando adherentes por amor al alcohol o expectativa de romance, y los mozos se preguntan si la magia estuvo en la copa delicadamente servida, en la placidez rojiámbar de la tarde o en la armonía sideral del paisaje sólo quebrada por el metódico y casi sublime graznar de los loros".
(1) Esta declaración consta en un acta del Honorable Concejo Deliberante de Patagones. Un agradecimiento al Museo "Emma Nozzi" y al licenciado Jorge Bustos por el material brindado para esta investigación.
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