La cultura de la noche, se fue modificando a medida que fueron pasando los años y tanto el alcohol, como las drogas, son los principales protagonistas en los ámbitos festivos. El alcohol ganó el centro de atención por su fácil adquisición y por el valor cultural que tiene, convengamos que cualquier ocasión es propicia para tomar un vaso de cerveza, vino, champagne o lo que fuere.
La pregunta qué me hice fue por qué la gran mayoría de las personas beben hasta más no poder, llegando al punto de poner a su propio cuerpo en el inminente peligro que genera el consumo en exceso. Tal vez para desinhibirse, para perder contacto con la realidad, para generarse falsas ilusiones mientras dure el efecto o para tomar el coraje necesario de decir cosas que la coherencia no permite.
La cultura del reviente, es todo aquello que se hace en exceso, tomar, fumar, drogarse, todo lo que nos lleva a sobrepasar un límite, que muchas veces no tiene vueltas, marcando un punto de incoherencia desde el cual se considera la diversión de estos tiempos.
Todo esto genera un círculo vicioso tanto para el consumidor, como para quien lucra con ese consumo, ya sean empresarios de la noche, comerciantes que venden alcohol o los perejiles que venden cigarrillos de marihuana, todo se complementa para contribuir a la Cultura del reviente.
No se trata de buscar culpables, sino de encontrarle algún sentido al libertinaje que se genera en cada salida, en cada encuentro, en cada vaso que consumimos, en la falta de respeto por nosotros mismos y por las personas que nos rodean.
Estamos sufriendo una crisis estructural, que repercute en los valores, en la familia y en la economía, que genera que cada vez haya más excesos en este tipo de “nueva cultura”. Habrá que recuperar el status familiar, la educación desde ese núcleo para comenzar a generar un cambio, aunque sea pequeño.
Para abrir el abanico de análisis y tener una apertura más amplia de respuestas, me contacte con un periodista, quien a diario informa y se informa en un panorama de noticias radial, sobre las desdichas de los protagonistas de la noche viedmense. Fabio Medin, me dio su opinión con respecto al tema.
Un punto de vista. “Parte de una generación está prácticamente perdida”
“Los adolescentes (no todos) están muy sacados y violentos, buscan expresarse de esa manera, a través del alcohol y las drogas, las cuales son cada vez más peligrosas, porque estamos hablando de drogas sintéticas”, expresó abiertamente y comentó sobre uno de los negocios que se instala en el vicio de los jóvenes que se convierten en adicción. “En los boliches porteños cierran las canillas para que los chicos no tomen agua, al consumir drogas que los deshidratan, necesitan tomar agua, por eso les venden las botellas a treinta pesos, hacen un negocio de esa cultura del reviente como vos denominas”, me dijo.
“La Cultura del reviente pasa por una cuestión educativa, por una crisis de valores, la familia está mal y hay una generación que se encuentra prácticamente perdida, para que se solucionen estos problemas, lamentablemente, no voy a ser muy optimista, van a pasar más de 20 años”, contó con cierto tono de desilusión.
Muchos de los jóvenes de hoy en día no se quieren, no se informan, comienzan a experimentar por diversión y en muchos casos cometen excesos tremendos consumiendo bebidas con algunos elementos químicos sin saber cuales van a ser las consecuencias en su organismo.
“Hay que hacer un trabajo a nivel cultural, de conciencia, pero ahora hay que dar un corte definitivo porque estamos hablando de jóvenes que lamentablemente, pueden perder la vida en una noche de salida, una noche de reviente, es peligroso y cuando digo corte definitivo es hacer cumplir a rajatabla las ordenanzas, las leyes, porque lo demás, el tema de la toma de conciencia, lamentablemente es un trabajo más lento, pero una actitud debe acompañar a la otra”, comentó.
Agregó que “ de todas maneras, no hagamos un escándalo tan grande, de la cuestión, acá no todo está perdido, rescatemos entonces a aquellos jóvenes, que estudian, que trabajan, que tienen valores muy buenos, hagamos un trabajo más fino, por ejemplo que los demás tomen el buen ejemplo de esos pibes, muchas veces, desconocidos, pero que desde su anonimato hacen cosas buenas, tampoco nos tomemos esto a la tremenda, es lindo divertirse, es bueno conocer la noche como parte de la vida, pero cada uno debe saber cuál es su límite”.
Juan José Guidi: “Hay una Cultura de la Fugacidad, de lo efímero”
Ya tengo una opinión desde el lado de la comunicación social, fui por más y me contacte con Juan José Guidi, Sociólogo recibido en la UBA, Semiólogo de la Universidad de Bolonia y periodista local, quien me brindó su versión sobre el exceso del consumo, me explicó sobre lo que yo denomino la cultura del reviente.
Entré a la confitería y se encontraba sentado en una silla, leía un diario, lo saludé, pedimos dos cafés y me predispuse a escuchar su versión sobre el tema en cuestión. “Cultura del Reviente”, le dije, “me puede dar su opinión sociológica sobre el tema”.
Lo primero que me manifestó fue que no quería romper con mi paradigma. No sería tan determinante y trataría de ser un poco más abierto en el concepto, me comentó, mientras revolvía su café, el cual estaba cubierto de espuma. “Más que una cultura del reviente hay una cultura de la fugacidad, de lo efímero, hay un desprecio a ciertos valores, lo tomo, lo dejo, es una vida dinámica, rápida, basada en el consumismo, tiene que ver con el vacio de la sociedad actual”, contaba mientras movía sus manos.
La charla en principio se me tornaba confusa con vocabulario muy determinante en cuanto a la especialización, pero cuando comenzó a dar ejemplos de lo que quería explicar en términos de sociología, lo confuso se volvía claro y el interés de la charla me fue abordando. Dio un ejemplo muy descriptivo, fue sobre la píldora del día después. “Lo hacemos, total me tomo la pastilla y la cosa sigue, pero no se evalúan las consecuencias psicológicas y sociales”, comento e hizo foco en esa cuestión, las consecuencias que generan fuertes cambios culturales que la sociedad no percibe.
Me explicó que la cuestión de la noche, en la cual se piensa modificar todo un proceso cultural, tiene que ver con todo un contexto que cambia, que se dinamiza y se transforma en un proceso de cambio muy fuerte que nos involucra a todos, todo es fugaz, todo es efímero y todo es despreciado de una u otra manera. “En está sociedad todo es pasivo, todo se desprecia, entonces uso algo, lo dejo y enseguida voy a consumir otra cosa, lo que no nos permite detenernos a valorar y percibir ese cambio”.
“Cuánto tienen que ver la individualidad de cada uno en la fugacidad, en la falta de respeto hacia el prójimo y hacia uno mismo”, fue la pregunta que me surgió, a lo que me comentó: “Mucho, el desprecio a uno mismo, cuanto valgo yo y cuanto vale el otro, hay que recuperar los espacios públicos, ya que más allá de consumir en público, no se interactúa, no nos damos la posibilidad de comunicarnos”, explicó.
Contó que el avance de la tecnología, no nos permite interactuar con el otro, volviéndonos a una vida de sedentarismo. Se da un proceso de individualismo puro que ni siquiera podemos romper cuando estamos solos, ya que tampoco podemos reflexionar hacia adonde vamos.
“Desde el punto de vista cibernético, la relación con el otro es virtual y ese proceso de individualización tampoco se lo permite uno mismo, el cambio cultural es muy fuerte. Esa Cultura del reviente a la que ustedes denominan, es una subcultura de los procesos de cambios culturales que tienen que ver con encontrarse a uno mismo, preguntarse qué tipo de sociedad y qué calidad de vida queremos tener, empezar a tener un proceso de comunicación real donde lo simbólico no sea un vaso de alcohol, el consumo, lo fugaz y lo efímero, significa disfrutar de los espacios públicos.
“En esta sociedad todo es pasivo, todo se desprecia, entonces uso algo, lo dejo y enseguida voy a consumir otra cosa, lo que no nos permite detenernos a valorar y percibir ese cambio”.
Destacado
Nota de opinión
Todo pasa por los valores, por los principios de cada uno y por la educación que parte desde el ceno familiar. Pasa por dejar de pensar en uno mismo, de ser individual para ponerse en el lugar del otro, para fomentar desde la sociedad, el hecho de comunicarnos, respetarnos y compartir y no competir dentro de un acelerado contexto, que día a día nos lleva a mirar menos a nuestro alrededor, para aparentar más sobre algo que no somos alimentando nuestro egocentrismo, el cual nos lleva a sentirnos cada vez más solos entre tanta gente.
Es cuestión de preocuparnos por nosotros mismos, para poder hacer algo por el otro, para recuperar nuestra identidad y dejar de ser personas con ideales propios e individuales para pasar a tener deseos generalizados viviendo en una esfera pasajera que cada vez toma más velocidad y no nos permite ver la realidad que nos rodea, todos podemos cambiar la historia, depende de cada uno de nosotros.